Cambio de hora: ¿Qué energía ahorramos?
Hace algunas semanas, en la televisión alemana (DW), se debatía acerca del sentido de adelantar una hora el reloj durante los meses de primavera y verano. Explicaban que en Europa esa costumbre comenzó durante la crisis del petróleo de los años setenta como una manera de ahorrar energía. En Chile la costumbre partió antes, en 1968, con motivo de una prolongada sequía. Su objetivo era ahorrar luz eléctrica.
En el estudio de Deutsche Welle se encontraba el psicólogo colombiano residente en Alemania Ricardo Tamayo, para contar acerca de los efectos que el cambio de hora tiene en la salud de las persona. El señalaba que existe una vasta bibliografía científica al respecto, y que todas las investigaciones coincidían en que el cambio horario tiene consecuencias nocivas para la salud. Los efectos palpables duran al menos 3 semanas: trastorno del sueño, cansancio, irritabilidad, cefalea, dificultad para concentrase… lo que redunda, entre otros, en un menor rendimiento escolar y en un aumento de los accidentes de tránsito y accidentes laborales. Explicaba que la función del sueño está regulada por una hormona, la melatonina, cuya concentración se ajusta al ciclo día/noche. Por lo tanto, no se pueden descartar patologías crónicas y daños a la salud masivos en el largo plazo. Consultado un economista, en el mismo programa, por los ahorros de energía que se lograban con la medida, indicó que los estudios son demasiado vagos y que no permitían concluir en qué áreas específicas estos se producirían. Lo que sí está claro, es que la medida es cada vez menos efectiva debido al aumento del consumo eléctrico durante el día por el uso masivo de tecnologías y de edificios cerrados como centros comerciales y construcciones subterráneas.
Desde el año 2010, en Chile se ha extendido el horario de verano a meses de otoño y de invierno. El argumento inicial fue el terremoto y después la sequía. Por lo tanto, nos encontramos en el “séptimo período extraordinario” de ahorro energético a cuenta de la salud de los chilenos. En las mañanas, los niños y sus madres deben levantarse a oscuras con alta concentración de melatonina en la sangre; en las tardes, esos mismos niños no logran conciliar el sueño y se cuelgan al televisor trasnochando innecesariamente. El descanso de las vacaciones de verano y de invierno se desvanece rápidamente a consecuencias de los trastorno del sueño que esta medida nos provoca. La sana costumbre de salir a trotar en las mañanas, antes de ir al trabajo, se ha hecho imposible. A cambio nos ofrecen trotar en las tardes, en un horario que altera el metabolismo natural de nuestro cuerpo. Sin embargo existe al menos un rubro en Chile que sí logra capitalizar ese “ahorro de energía”: el retail. Entramos a trabajar a oscuras para que nos quede luz al final de la jornada, de manera que tengamos energía para ir al Mall, a comprar aquello que no necesitamos.
Andrés Weil P.
Arquitecto
Profesor FAU